Juana la loca, biografía, historia, vida, descendencia, con quien se caso, de quien es hija
Juana la loca, biografía, historia, vida, descendencia, con quien se caso, de quien es hija.
Nació Juana I de Trastámara o Juana I de Castilla (llamada por la posteridad como Juana la loca) un 6 de noviembre de 1479, en Toledo, en el seno de un hogar errabundo e itinerante, demasiado ocupado en juegos de poder y política: el hogar de Isabel la católica y Fernando de Aragón.
Su madre, una mujer de carácter fuerte y dominante, en medio de una sociedad machista y pacata; su padre, un mujeriego empedernido relegado a la condición de consorte y obligado a dejar casi todo el protagonismo a Isabel I, su esposa. En suma, un hogar donde los reyes católicos compartían muy poco tiempo con sus hijos, incluyendo a Juana[1].
Juana I de Castilla poseía 4 hermanos: Isabel, era la hermana mayor, nacida en 1470; Juan era el segundo y lo había hecho en 1478; en 1482 nace María y tres años más tarde lo haría Catalina.
Sabemos que hasta ese año de 1485 la infanta Juana tiene por nodriza a María de Santisteban; después de ella se le nombrará por institutriz a Teresa Manrique.
Se dice que Juana era muy hábil para el latín y la música[2] (incluyendo la danza), lo que nos hace conjeturar que Juana tenía un espíritu muy sensible y rebelde, en esa etapa de su existencia.
El hogar de los reyes católicos tenía permanentemente una gran obsesión y era hacer las alianzas de rigor con Portugal, Inglaterra y el Sacro Imperio Romano Germánico, para asfixiar a su único rival inmediato cual lo era Francia[3], dirigida por la dinastía Valois. Es por esta razón que los reyes católicos negociaron un doble acuerdo matrimonial con el Emperador Maximiliano I de Habsburgo: Juan de Aragón y de Castilla se casaría con Margarita de Austria y Juana con el hermano de aquella, Felipe I «el hermoso»[4], quien ya era por esa época archiduque de Austria, duque de Borgoña y Bramante, y Conde de Flandes entre otros títulos.
Pero los acuerdos matrimoniales no paraban ahí: su hermana Isabel se casó con el príncipe heredero de la corona portuguesa, don Alfonso, pero tres meses después quedó viuda.
Por medio de documento fechado en noviembre de 1495 sabemos del férreo control que ejercía Isabel de Castilla sobre las visitas, visitantes, mensajes y mensajeros de la Infanta Juana.
Algunos (incluyendo al autor de la monografía consultada) tratan de ver en esta carta, un claro indicio de desórdenes mentales[5] anclados ya en la mente de Juana de Trastámara, cuando probablemente, debido a su carácter y por la edad que vivía ella, solo fuera una adolescente vivaracha y llena de vida, a la cual su posesiva madre, la reina Isabel, no deseaba perder de vista, por los planes que para ella había forjado.
En 1496, en Valladolid se había casado Juana con Felipe (por medio de apoderado)[6]. Después tomaría rumbo hacia el puerto de Laredo, en Cantabria, al norte de España, para ir al encuentro de su marido y oficializar el ritual religioso. El 22 de agosto de 1496 se embarca, escoltada por una gran flota que debía llevarla a ella y traer a Margarita de Austria. Juana, de 16 años no conocía en persona a su marido y no hablaba correctamente la lengua de su marido, mucho menos sabía de las costumbres “liberales”[7] de sus nuevos súbditos.
[1] Por nacimiento, condesa de Barcelona y señora de Vizcaya.
[2] Una de las grandes aficiones de Juana durante toda su larga vida.
[3] Y de paso acrecentar las áreas de influencia de los Trastámara en el campo político de Europa.
[4] Hijo de María de Borgoña, hija y heredera de Carlos « el temerario ». Felipe I había nacido en Brujas el 22 de julio de 1478 y desde 1482 (al morir su madre) fue reconocido como soberano de los países bajos, con la tutela de su padre.
[5] Presuntamente esquizofrenia.
[6] Era el Embajador de Maximiliano I en España, Balduín de Borgoña.
[7] Desde su punto de vista, anclado todavía en la España de la Inquisición, crucifijos, frailes y monjas.
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Pues bien, el 8 de septiembre de 1496, llega Juana a la costa holandesa, en Arnemiden[1] , pero solo hasta el 18 de octubre se habría de entrevistar con su esposo, en Lille: ella, hermosa, joven y radiante, de cabello claro, labios sensuales y cuerpo bien proporcionado[2]; él, un joven buen mozo y cabello largo hasta los hombros, un auténtico galán de su tiempo.
La precipitud con que consumaron su matrimonio, esa misma noche[3], hace presumir que hubo algo así como amor a primera vista.
Se caracterizaron esos primeros meses por el ardor y la lujuria de los dos amantes esposos, pero dicha pasión por parte de Felipe concluyó rápidamente. Dicho señor se había comprometido a pagar una renta de 20.000 escudos para el mantenimiento de la casa de su esposa[4], cosa que jamás hizo, quedando en posición de fuerza para contratar personal adicto a su causa, de tal forma que fue aislando paulatinamente a Juana de sus progenitores.
Mientras tanto, en otras latitudes, la hermana de Juana, Isabel, seguía afligida y depresiva desde la muerte de su esposo, tendiendo a convertirse en monja. No obstante, la necesidad o las ganas de sostener una alianza con Portugal, por parte de Isabel la católica, hizo que su hija homónima se volviera a casar en 1497, sin mucho entusiasmo[5], con el nuevo rey luso, Manuel I “el afortunado” u “o venturoso”.
Y eso no era todo, el otro hermano de Juana, el príncipe Juan, el heredero de la Corona de Castilla y Aragón, fallece en octubre de 1497, víctima de tuberculosis según algunos, presa de su fogosidad en el tálamo nupcial con María de Austria, según otros[6]. Esta, estaba embarazada y se conservaba la ilusión que el nacimiento de este bebé asegurara la continuidad de los Trastámara, pero lastimosamente la bebé nació muerta.
Este estado de cosas ponía en la primera línea de sucesión a Isabel y luego a Juana. La primera queda encinta y el 24 de agosto de 1498, luego de un parto difícil, dio a luz un varoncito que llamaron Miguel y que automáticamente pasaría a ser heredero de las coronas de Castilla, Aragón y Portugal; Isabel, fallece pocas horas después.
Los Reyes católicos optaron por llevarse al menor en su periplo por la península, tal vez tratando de apersonarse del cuidado de su heredero[7]. Pero solo sobrevivió hasta el 20 de Julio de 1500, cuando fallece en Granada[8]. Unos meses antes, el 24 de Febrero, en Gante, Juana había dado a luz a su hijo Carlos[9], quien fue bautizado el 7 de marzo y al que Margarita estaría ligado hasta cuando este se dirigiese a España para ser coronado rey.
Todos se aterraban de la sensatez de Juana en su rol materno[10]. Según mi opinión, era Juana una mujer enamorada y al no ser correspondida halla refugio en la maternidad. Sus roles públicos no le daban mayor protagonismo ni demandaban de ella mayor interés, al menos fuera de España. Pero su vida prosigue. El 27 de julio de 1501 pare una niña, Isabel, futura reina de Dinamarca.
[1] Provincia de Zelanda.
[2] No faltará el que invoque el prognatismo (mandíbulas salientes) como un defecto de la princesa Juana.
[3] Para lo cual tuvieron que casarse ante el capellán de Juana, Diego Ramírez de Villaescusa. Dos días más tarde celebraron la ceremonia oficial, dirigida por el Obispo de Cambray, Henry de Berghes.
[4] Juana había llegado junto a una corte numerosa, que ante estas circunstancias (no tener sus estipendios) se dispersó rápidamente.
[5] Cuando accede a casarse con el rey Manuel pone como condición la respectiva expulsión de los judíos de Portugal.
[6] Esta versión cobraría tanta fuerza, que el mismo Carlos I le escribía a su hijo Felipe II, el 14 de mayo de 1543, recomendándole no esforzarse demasiado en estos menesteres conyugales... “porque demás que eso suele ser dañoso, así como para el crecer del cuerpo como para darle fuerzas y …quita la vida como lo hizo con el príncipe Juan, por donde vine a heredar estos reinos”.
[7] Mientras tanto Juana, el 10 de noviembre de 1498 tiene, en Lovaina, su primera hija: Leonor, futura reina de Portugal y de Francia.
[8] Así la situación, quedaba en primera línea de sucesión a la Corona de Castilla, Juana. Respecto a la corona de Aragón existía el problema de la famosa Ley Sálica que no permitía mujeres como reinas en propiedad sino como regente hasta tanto hubiera un varón en la línea principal (o sea hijos) o lateral (bien fuera hermanos o sobrinos). Luego quedaba la posibilidad que el rey Fernando el católico se casase y concibiese un hijo varón que siguiera la dinastía Antequera en Aragón.
[9] Llamado así en honor de su abuelo paterno «Carlos el temerario».
[10] Así hayan maliciosos que sugieran que esta clase de comentarios hacen alusión a una mejora de una locura, aun, a mi juicio, inexistente.
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Ahora veremos a Juana I de Castilla yendo con su esposo hacia a España para ser reconocida como heredera de la corona de Castilla y León, dejando a sus hijos en la corte de Malinas.
El 27 de octubre de 1502 fue reconocida también como heredera de la Corona de Aragón (muy a regañadientes por la famosa ley sálica imperante).
Juana debió presidir las Cortes debido a la ausencia de Fernando quien partió hacia Zaragoza[1]. Estaba embarazada, cuando Felipe decide partir hacia los países bajos y a pesar de la insistencia de ella por acompañarlo[2], tuvo que quedarse.
Al partir Felipe[3], Juana de Castilla se sumió en la más honda melancolía (o tal vez fuera mejor decir, crisis nerviosa…no se, pero dicen los expertos que las dos situaciones tienen similitudes y pueden presagiar la famosa esquizofrenia). El archiduque de Austria marcha, pues, seguido de su brillante y numerosa comitiva de flamencos, pasando por Francia y entrevistándose con Luis XII con el ánimo de arreglar las diferencias existentes entre ambos países y concertando el Tratado de Lyon (1503), que Fernando V no quiso reconocer, agriándose aún más las relaciones entre suegro y yerno respectivamente.
El 10 de marzo de 1503 nace en Alcalá de Henares el cuarto hijo, segundo varón, de Juana de Trastámara, al que llamó Fernando. Parece ser que a la normal depresión postparto en que se sumen las madres, se agregan ya los primeros síntomas de desordenes mentales en la Infanta. Su obcecación era tal que pesar de todas las trabas puestas para su partida por sus padres, decide irse aun sin el consentimiento de ellos. Estando Juana en Medina del Campo, Isabel de Castilla ordena que no se le permita salir del castillo de la Mota, donde se hallaba alojada. «Como leona africana en un acceso de rabia, pasó aquella noche a cielo raso en la explanada interior de la fortaleza». No accede Juana a calmarse, debiendo marchar Isabel, su madre, desde Segovia hasta donde ella se encontraba. «Y aunque le envié a decir que yo venía a posar con ella, rogándole que se volviera a su aposentamiento, no quiso volver ni dar lugar que aderezasen el aposentamiento hasta que yo vine y la metí. Y entonces ella me habló tan reciamente, de palabras de tanto desacatamiento y tan fuera de lo que una hija debe decir a su madre, que si yo no tuviera la disposición en que ella estaba, yo no las sufriera en ninguna manera».
Es a partir de este momento que a Juana se le conocerá con el mote de «la loca».
[1] Inicialmente Fernando el Católico dijo a Felipe que condujera tales cortes, pero al parecer se tratarían temas concernientes a acciones contra los franceses y se abstuvo.
[2] Algo muy riesgoso porque debían atravesar Francia que estaba enfrentada a Aragón y podía ser usada como rehén y además su estado de embarazo desaconsejaba dicho viaje.
[3] Felipe I no amaba a su esposa (que en cambio estaba perdidamente enamorada de él), ni sentía el menor afecto por sus suegros, ni siquiera por el país donde habría de reinar.
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Muerte de doña Juana, fallecimiento
En muerte de doña Juana reseñaremos el último capítulo del libro “Historia de la célebre Reina de España Doña Juana, llamada vulgarmente, La Loca” de autor anónimo: “De las disensiones que habia en España, y muerte de Doña Juana”, conservando íntegra la ortografía propia de la época.
“Eran muchas las disensiones que habia en España con varios partidos que empezaron á formarse unos á favor de Doña Juana, otros al de su hijo D.Cárlos, otros al de su padre, y algunos otros que deseaban viniese á gobernar el emperador Maximiliano I, su suegro, asi es que ya en 1520 peleaba la España por su libertad agonizante. Los partidarios de Cárlos V levantaron en Castilla el pendon de la independencia, y los gefes de unos y otros partidos para dar valor á sus determinaciones acudian á Doña Juana. El cardenal Cisneros, entonces regente y gobernador del reino, fue el primero que determinó apelar á la reina para ver si se podia salir de las apuradas circunstancias en que los partidos habían colocado á las provincias y particularmente á Valladolid.
Cuantos iban á tratar sobre asuntos tan delicados con la reina, salian sumamente descontentos por no obtener nunca una contestacion digna de aplacar los ánimos de los revolucionarios. Pero el grande talento del cardenal gobernador y de todos los que componian su real consejo, logró, aunque á costa de un incansable trabajo, aplacar las turbulencias; y poco despues, cuando falleció el rey D. Fernando el Católico, empezó á gobernar la España el emperador Cárlos V, por no hallarse con la capacidad suficiente para ello, su madre Doña Juana. Ya la ocupaba á esta señora otro pensamiento que habia venido á acibarar mas su miserable vida. El marqués de Denia le trajo la noticia de haber fallecido su padre; noticia que la puso rematada del todo; invocando sin cesar los nombres de su esposo y de su padre, con tan fuertes y descompasados gritos, que habia ocasiones en que todos temian por su vida. Ninguna dama ni caballero, se atrevian ya á permanecer solos á su lado. Sus ensangrentados ojos, su descarnada cara, su descompuesto cabello, todo inspiraba horror.
En este triste estado pasó el resto de su vida la infeliz reina en el palacio de Tordesillas, donde estuvo cuarenta y seis años luchando con lo que todos conocen, y no existiendo otra cosa en su imaginacion que la memoria de su adorado padre y los celos de su idolatrado esposo.
Despues de conocidos los lechos que se han acabado de referir, lo restante de su vida, que á pesar de los largos y terribles sufrimientos, fue larguísima, no ofreció novedad, digna de mencionarse.
La reina de España, Doña Juana, alargó sus dias hasta los setenta y tres años, sin que su incurable mal hubiera podido hallar un correctivo, pero en los últimos meses se agravó estraordinariamente. Nunca tuvo dolencia de otro género, de manera que á haber vivido Felipe el Hermoso mucho tiempo, hubiera tenido que espiar su mal proceder para con esta reina, acreedora de mejores miramientos.
A principios del año 1555 empezó á enfermar de bastante consideracion; llegando hasta el punto de no querer tomar ninguna medicina. Cuando la obligaban arrojaba al suelo ó á la cara de quien se la hacia tomar.
Tres meses pasó esta señora en la agonía, no habiendo ya, una persona que quisiera permanecer en su compañía. Todos estaban fatigados, aburridos, de sufrirla. Gritos desaforados y lastimeras voces eran los que se oian en palacio; y todo cuanto se hacia para tranquilizarla era nulo, en lugar de aliviarla, escitaban mas y mas su furor.
El marqués de Denia, que era uno de los que continuamente estaban á su lado le escribió al rey, su hijo, advirtiéndole de esto mismo, á lo que contestaba Cárlos V: «_Sufrid con resignacion las impertinencias de mi pobre madre, que el Cielo os recompensará._» Lo mismo les contestaban las demas personas reales.
Dios quiso por fin recogerla bajo su amparo, pero se asegura muy de positivo que poco antes de morir recobró perfectamente su entendimiento; y cual el que despierta azorado por los mágicos efectos de una terrible pesadilla, y queda después inmóvil y sumergido en un grande abatimiento, asi quedó esta soberana... tranquila. Por lo que dedicó su pensamiento á orar fervorosamente, y á la disposicion de su alma, á lo cual le ayudó con su inimitable celo San Francisco de Borja, duque de Gandía, que dio la casualidad de hallarse presente á tan terrible acto. El dia 11 de abril de 1555 y en su misma noche, que era la del jueves Santo, finalizó su larga y penosa existencia, siendo sus últimas palabras: «_Jesucristo, acogedme en vuestro seno.» Asi terminó esta soberana española, poseída de una pasión aunque lícita, exagerada. Se vuelve á repetir, que si el archiduque hubiera existido, habria espiado terriblemente su crímen solo con ver el incomparable daño que habia causado á una reina que no tuvo otro delito que adorarlo con ciega idolatría. ¡Ejemplo terrible, para despues de conocido procurar refrenar las exageradas pasiones, que no traen otro resultado que males sin cuento, como se podrá conocer por el retrato que se ha trazado de la reina de España, DOÑA JUANA LA LOCA.”
Leer también: Juana la loca, la película
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