Agustin de Hipona-biografia-historia-pensamiento
Vamos a elaborar una biografia de Agustin de Hipona o San Agustín como se le conoce popularmente a este padre de la iglesia, que sería obispo de Hippo Regius (hoy en día Annaba, Argelia) O Hipona, filósofo y teólogo católico muy influyente en la cristiandad occidental. Historia, pensamiento.
En el 361 comienza el periodo escolar en Tagaste y a continuación los estudios secundarios en las escuelas de Madaura o Madaurus (actualmente, M' Dahoruch), a unos 19 kms de Tagaste.Allí se familiarizaría con la literatura latina y las tradiciones paganas.
369. Interrumpe durante un año sus estudios por falta de solvencia económica de su familia.
371. Continúa sus estudios en Cartago, donde adquirirá una formación esencialmente literaria y latina. Mantiene relaciones con una concubina.
372. Nacimiento de su hijo Adeodato, quien morirá muy joven, apenas cumplidos los diecisiete años.
373. La lectura del Hortensius (hoy perdido), de Cicerón le produce un gran impacto[3]: se convierte a la filosofía y se adhiere al maniqueísmo[4].
374. Enseña retórica[5] en Tagaste y al año siguiente se establece en Cartago, donde abre una escuela de esta disciplina.
383. Encuentro con Fausto de Milevo, la figura más importante del maniqueísmo africano; Agustín, decepcionado, se separa de esta religión. A finales de este año se traslada a Roma, donde obtiene una cátedra municipal de retórica.
384. En otoño pasó a ocupar una cátedra municipal de retórica en Milán. Allí escucha los sermones de San Ambrosio.
385. Se convierte en orador oficial. Grandes debates interiores. Pronuncia el panegírico de emperador Valentiniano y el de Bastón.
386. Descubre la filosofía neoplatónica, probablemente a Plotino[6], esto modificó su concepción de la esencia divina y de la naturaleza del mal. A partir de la idea de que «Dios es luz, sustancia espiritual de la que todo depende y que no depende de nada», comprendió que las cosas, estando necesariamente subordinadas a Dios, derivan todo su ser de Él, de manera que el mal sólo puede ser entendido como pérdida de un bien, como ausencia o no-ser, en ningún caso como sustancia. Lee las epístolas de San Pablo. Conversión de Agustín de Hipona en el jardín de su casa.[7] Se establece en Casiciaco [ Cassiciacum (hoy Cassago, en Brianza)], cerca de Milán[8], con su madre, su hijo y sus amigos. Escribe sus primeras Epístolas (al final de su vida habrá escrito un total de 218)[9]. Abandona la cátedra en Milán. Toma la decisión de dedicar su vida al ascetismo y la castidad.
369. Interrumpe durante un año sus estudios por falta de solvencia económica de su familia.
371. Continúa sus estudios en Cartago, donde adquirirá una formación esencialmente literaria y latina. Mantiene relaciones con una concubina.
372. Nacimiento de su hijo Adeodato, quien morirá muy joven, apenas cumplidos los diecisiete años.
373. La lectura del Hortensius (hoy perdido), de Cicerón le produce un gran impacto[3]: se convierte a la filosofía y se adhiere al maniqueísmo[4].
374. Enseña retórica[5] en Tagaste y al año siguiente se establece en Cartago, donde abre una escuela de esta disciplina.
383. Encuentro con Fausto de Milevo, la figura más importante del maniqueísmo africano; Agustín, decepcionado, se separa de esta religión. A finales de este año se traslada a Roma, donde obtiene una cátedra municipal de retórica.
384. En otoño pasó a ocupar una cátedra municipal de retórica en Milán. Allí escucha los sermones de San Ambrosio.
385. Se convierte en orador oficial. Grandes debates interiores. Pronuncia el panegírico de emperador Valentiniano y el de Bastón.
386. Descubre la filosofía neoplatónica, probablemente a Plotino[6], esto modificó su concepción de la esencia divina y de la naturaleza del mal. A partir de la idea de que «Dios es luz, sustancia espiritual de la que todo depende y que no depende de nada», comprendió que las cosas, estando necesariamente subordinadas a Dios, derivan todo su ser de Él, de manera que el mal sólo puede ser entendido como pérdida de un bien, como ausencia o no-ser, en ningún caso como sustancia. Lee las epístolas de San Pablo. Conversión de Agustín de Hipona en el jardín de su casa.[7] Se establece en Casiciaco [ Cassiciacum (hoy Cassago, en Brianza)], cerca de Milán[8], con su madre, su hijo y sus amigos. Escribe sus primeras Epístolas (al final de su vida habrá escrito un total de 218)[9]. Abandona la cátedra en Milán. Toma la decisión de dedicar su vida al ascetismo y la castidad.
En 387 se hizo bautizar por san Ambrosio[10] y se consagró definitivamente al servicio de Dios. En Roma vivió un éxtasis compartido con su madre, Mónica, que murió poco después.
En 388 regresó definitivamente a África. Vende todos sus bienes. Funda en Tagaste el primer monasterio. Durante tres años llevará una vida monástica. Fundó un monasterio y escribió El maestro, un diálogo didáctico, y La música, obras de estilo cercano al de las escritas en Cassiciacum.
389. Muere su hijo Adeodato. Empieza a redactar “Acerca del libre albedrío (De libero arbitrio)” y escribe “Acerca de la verdadera religión (De vera religione)”.
En el 391 fue ordenado sacerdote en Hipona[11] por el anciano obispo Valerio, quien le encomendó la misión de predicar entre los fieles la palabra de Dios, tarea que cumplió con fervor y le valió gran renombre; al propio tiempo, sostenía enconado combate contra las herejías y los cismas que amenazaban a la ortodoxia católica, reflejado en las controversias que mantuvo con maniqueos, pelagianos, donatistas y paganos.
Tras la muerte de Valerio, hacia finales del 395, fue nombrado obispo de Hipona (la actual Annaba). Dedicó numerosos sermones a la instrucción de su pueblo, escribió sus célebres Cartas a amigos, adversarios, extranjeros, fieles y paganos, y ejerció simultáneamente de pastor, administrador, orador y juez.[12]
En el 397 toma parte del concilio de Cartago.
398. Mantiene una controversia con el donatista[13] Fortunio, obispo de Tibursicum. Gana para la fe católica al maniqueo Félix.
401-404 participa en varios concilios en Cartago. Aparece “Acerca del Génesis (De Genesi ad litteram)”
En 388 regresó definitivamente a África. Vende todos sus bienes. Funda en Tagaste el primer monasterio. Durante tres años llevará una vida monástica. Fundó un monasterio y escribió El maestro, un diálogo didáctico, y La música, obras de estilo cercano al de las escritas en Cassiciacum.
389. Muere su hijo Adeodato. Empieza a redactar “Acerca del libre albedrío (De libero arbitrio)” y escribe “Acerca de la verdadera religión (De vera religione)”.
En el 391 fue ordenado sacerdote en Hipona[11] por el anciano obispo Valerio, quien le encomendó la misión de predicar entre los fieles la palabra de Dios, tarea que cumplió con fervor y le valió gran renombre; al propio tiempo, sostenía enconado combate contra las herejías y los cismas que amenazaban a la ortodoxia católica, reflejado en las controversias que mantuvo con maniqueos, pelagianos, donatistas y paganos.
Tras la muerte de Valerio, hacia finales del 395, fue nombrado obispo de Hipona (la actual Annaba). Dedicó numerosos sermones a la instrucción de su pueblo, escribió sus célebres Cartas a amigos, adversarios, extranjeros, fieles y paganos, y ejerció simultáneamente de pastor, administrador, orador y juez.[12]
En el 397 toma parte del concilio de Cartago.
398. Mantiene una controversia con el donatista[13] Fortunio, obispo de Tibursicum. Gana para la fe católica al maniqueo Félix.
401-404 participa en varios concilios en Cartago. Aparece “Acerca del Génesis (De Genesi ad litteram)”
Al caer Roma en manos de los godos de Alarico (410), se acusó al cristianismo de ser responsable de las desgracias del imperio, lo que suscitó una encendida respuesta de san Agustín, recogida en La Ciudad de Dios, que contiene una verdadera filosofía de la historia cristiana. Durante los últimos años de su vida asistió a las invasiones bárbaras del norte de África (iniciadas en el 429), a las que no escapó su ciudad episcopal. Al tercer mes del asedio de Hipona, cayó enfermo y murió.
Confesiones (Confessiones 397)
Son unas memorias que abarcan desde la infancia de Agustín de Hipona hasta su conversión en 387. Son una suerte de autobiografía espiritual, de ejercicio de introspección.
Se componen de trece libros, los nueve primeros son propiamente autobiográficos, en tanto que los cuatro restantes tratan de temas filosóficos y teológicos como son el problema del conocimiento (libro X), el tiempo y la eternidad (libro XI), la manifestación de Dios en las Sagradas escrituras (libro XII) y el espíritu humano como reflejo de la Trinidad (libro XIII).
El tema central del pensamiento de san Agustín es la relación del alma, perdida por el pecado y salvada por la gracia divina, con Dios, relación en la que el mundo exterior no cumple otra función que la de mediador entre ambas partes[14]. De ahí su carácter esencialmente espiritualista, frente a la tendencia cosmológica de la filosofía griega. La obra de Agustín de Hipona se plantea como un largo y ardiente diálogo entre la criatura y su Creador, esquema que desarrollan explícitamente sus Confesiones (400). Si bien el encuentro del hombre con Dios se produce en la charitas (amor), Dios es concebido como verdad, en la línea del idealismo platónico. Sólo situándose en el seno de esa verdad, es decir, al realizar el movimiento de lo finito hacia lo infinito, puede el hombre acercarse a su propia esencia. Pero su visión pesimista del hombre contribuyó a reforzar el papel que, a sus ojos, desempeña la gracia divina, por encima del que tiene la libertad humana, en la salvación del alma. Este problema es el que más controversias ha suscitado, pues entronca con la cuestión de la predestinación, y la postura de san Agustín contiene en este punto algunos equívocos. Los grandes temas agustinianos –conocimiento y amor, memoria y presencia, sabiduría – dominaron toda la teología cristiana hasta la escolástica tomista. Lutero recuperó, transformándola, su visión pesimista del hombre pecador, y los jansenistas, por su parte, se inspiraron muy a menudo en el Augustinus, libro en cuyas páginas se resumían las principales tesis del filósofo de Hipona.
«– ¿Qué quieres conocer? –Dios y el alma.
– ¿Nada más?– Nada más.»[15]
[1] Numidia. En el África proconsular romana.
[2] Pequeño propietario rural.
[3] Su primera lectura de las Escrituras le decepcionó y acentuó su desconfianza hacia una fe impuesta y no fundada en la razón.
[4] Secta de los Maniqueos. maniqueo, a. Del lat. Manichaeus.
Religión fundada por Mani o Manes, persa aristócrata, nacido en Babilonia (216-275) y educado en una secta baptista, quien, tras algunas revelaciones recibidas en su juventud, que atribuyó al Espíritu, inició diversos viajes misioneros que ocuparon buena parte de su vida, reuniendo a un gran número de discípulos que llegaron a extenderse por todo el Oriente Medio y desde el noroeste de la India hasta el norte de África. Seguidor de esta religión fue Agustín de Hipona, a sus 29 años, tras conocer en Cartago a Fausto de Milevo, obispo maniqueo de grandes dotes oratorias. Aunque renunció más tarde a estas creencias y se convirtió en uno de sus grandes detractores, el maniqueísmo dejó sin duda alguna huellas en el espíritu de este gran padre de la Iglesia, como el problema del mal y los principios dualistas. Considerado durante mucho tiempo como una mera herejía del cristianismo, documentos hallados a fines del siglo XIX, los «textos de Turfán», y los posteriores descubiertos en Argelia y Egipto, permiten considerar el maniqueísmo como una religión revelada de carácter sincretista (mezcla de zoroastrismo, budismo y cristianismo), y una especie de estadio final de la gnosis, una de cuyas afirmaciones fundamentales es la existencia de dos principios o naturalezas: la luz y las tinieblas, el bien y el mal, o Dios y la materia. A una primera fase inicial de afirmación dualista y separación de estos dos principios, el tiempo pasado, sigue otra, la presente y de tiempo medio, en que el bien y el mal se hallan mezclados, y en la que se marca el destino ético del hombre, cuya alma, partícula de luz, mezclada con la materia, ha de alcanzar el tiempo futuro y final, cuando de nuevo todo lo que es luz podrá librarse de la materia, que es el mal. Los principios éticos maniqueos imponían una conducta marcada por la renuncia y las prohibiciones, que imponían sobre todo de forma rígida a la clase de los «elegidos», que distinguían de los simples «oyentes», que sólo podían llegar a ser elegidos en una posterior metempsicosis.
GEN. En contextos polémicos, y en materias sobre todo humanistas, se tilda de maniqueísmo la tendencia a dividir, de forma simplista y sin fundamento, opiniones, actitudes y personas en buenas y malas, sin atenerse a la prudencia de tener en cuenta los matices que la realidad exige.
Se componen de trece libros, los nueve primeros son propiamente autobiográficos, en tanto que los cuatro restantes tratan de temas filosóficos y teológicos como son el problema del conocimiento (libro X), el tiempo y la eternidad (libro XI), la manifestación de Dios en las Sagradas escrituras (libro XII) y el espíritu humano como reflejo de la Trinidad (libro XIII).
El tema central del pensamiento de san Agustín es la relación del alma, perdida por el pecado y salvada por la gracia divina, con Dios, relación en la que el mundo exterior no cumple otra función que la de mediador entre ambas partes[14]. De ahí su carácter esencialmente espiritualista, frente a la tendencia cosmológica de la filosofía griega. La obra de Agustín de Hipona se plantea como un largo y ardiente diálogo entre la criatura y su Creador, esquema que desarrollan explícitamente sus Confesiones (400). Si bien el encuentro del hombre con Dios se produce en la charitas (amor), Dios es concebido como verdad, en la línea del idealismo platónico. Sólo situándose en el seno de esa verdad, es decir, al realizar el movimiento de lo finito hacia lo infinito, puede el hombre acercarse a su propia esencia. Pero su visión pesimista del hombre contribuyó a reforzar el papel que, a sus ojos, desempeña la gracia divina, por encima del que tiene la libertad humana, en la salvación del alma. Este problema es el que más controversias ha suscitado, pues entronca con la cuestión de la predestinación, y la postura de san Agustín contiene en este punto algunos equívocos. Los grandes temas agustinianos –conocimiento y amor, memoria y presencia, sabiduría – dominaron toda la teología cristiana hasta la escolástica tomista. Lutero recuperó, transformándola, su visión pesimista del hombre pecador, y los jansenistas, por su parte, se inspiraron muy a menudo en el Augustinus, libro en cuyas páginas se resumían las principales tesis del filósofo de Hipona.
«– ¿Qué quieres conocer? –Dios y el alma.
– ¿Nada más?– Nada más.»[15]
[1] Numidia. En el África proconsular romana.
[2] Pequeño propietario rural.
[3] Su primera lectura de las Escrituras le decepcionó y acentuó su desconfianza hacia una fe impuesta y no fundada en la razón.
[4] Secta de los Maniqueos. maniqueo, a. Del lat. Manichaeus.
Religión fundada por Mani o Manes, persa aristócrata, nacido en Babilonia (216-275) y educado en una secta baptista, quien, tras algunas revelaciones recibidas en su juventud, que atribuyó al Espíritu, inició diversos viajes misioneros que ocuparon buena parte de su vida, reuniendo a un gran número de discípulos que llegaron a extenderse por todo el Oriente Medio y desde el noroeste de la India hasta el norte de África. Seguidor de esta religión fue Agustín de Hipona, a sus 29 años, tras conocer en Cartago a Fausto de Milevo, obispo maniqueo de grandes dotes oratorias. Aunque renunció más tarde a estas creencias y se convirtió en uno de sus grandes detractores, el maniqueísmo dejó sin duda alguna huellas en el espíritu de este gran padre de la Iglesia, como el problema del mal y los principios dualistas. Considerado durante mucho tiempo como una mera herejía del cristianismo, documentos hallados a fines del siglo XIX, los «textos de Turfán», y los posteriores descubiertos en Argelia y Egipto, permiten considerar el maniqueísmo como una religión revelada de carácter sincretista (mezcla de zoroastrismo, budismo y cristianismo), y una especie de estadio final de la gnosis, una de cuyas afirmaciones fundamentales es la existencia de dos principios o naturalezas: la luz y las tinieblas, el bien y el mal, o Dios y la materia. A una primera fase inicial de afirmación dualista y separación de estos dos principios, el tiempo pasado, sigue otra, la presente y de tiempo medio, en que el bien y el mal se hallan mezclados, y en la que se marca el destino ético del hombre, cuya alma, partícula de luz, mezclada con la materia, ha de alcanzar el tiempo futuro y final, cuando de nuevo todo lo que es luz podrá librarse de la materia, que es el mal. Los principios éticos maniqueos imponían una conducta marcada por la renuncia y las prohibiciones, que imponían sobre todo de forma rígida a la clase de los «elegidos», que distinguían de los simples «oyentes», que sólo podían llegar a ser elegidos en una posterior metempsicosis.
GEN. En contextos polémicos, y en materias sobre todo humanistas, se tilda de maniqueísmo la tendencia a dividir, de forma simplista y sin fundamento, opiniones, actitudes y personas en buenas y malas, sin atenerse a la prudencia de tener en cuenta los matices que la realidad exige.
Diccionario de filosofía en CD-ROM. 1996. Empresa Editorial Herder S.A., Barcelona. Autores: Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu.
[5] 1. f. Arte de bien decir, de embellecer la expresión de los conceptos, de dar al lenguaje escrito o hablado eficacia bastante para deleitar, persuadir o conmover. (Drae: Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, 1992)
[6] Muy probablemente las Enéadas.
[7] Neoplatonismo y cristianismo: allí se centra todo su pensamiento posterior, ocupado en la búsqueda de la conciliación de fe y razón.
Un día Agustín estaba en el jardín de su casa meditando con su amigo Alipio. De pronto oye una voz que le dice: Tolle, lege («toma, lee»)…la epístola a los romanos de Pablo…
[8] La convicción de haber recibido una señal divina lo decidió a retirarse con su madre, su hijo y sus discípulos a la casa de su amigo Verecundo, en Lombardía.
[9] Allí escribió sus primeras obras: Contra los académicos (los escépticos), La vida feliz (De beata vita), Soliloquios (Soliloquia).
[10] El 24-25 de abril, vigilia pascual.
[11] En esta ciudad funda su segundo monasterio en el Huerto que le ha sido dado por el Obispo. Prepara sus primeros sermones. (En la actualidad se conservan más de 500)
[12] Inició su producción literaria de mayor importancia, como defensor y expositor de la fe cristiana, al escribir primero contra los maniqueos: Sobre el libre arbitrio (388 y 391-395), La verdadera religión (390); contra los donatistas, cristianos puritanos que hacían depender la validez de los sacramentos de la intención del ministro: Contra Gaudencio, obispo de los donatistas; y contra los pelagianos, seguidores de Pelagio, para quien el hombre, al no tener pecado original, podía él solo, sin la gracia divina, realizar obras buenas: El espíritu y la letra (412), Sobre las hazañas de Pelagio (417). A esta época pertenecen también otras grandes obras y tratados: La trinidad (399-419), Confesiones (Confessiones 397), obra literariamente importante, y su gran obra apologética “La ciudad de Dios” (413-427). En Retractaciones (426-427), Agustín revisa algunas doctrinas anteriores.
[13] Dícese de quien profesaba las doctrinas de Donato, cismático de la iglesia en el siglo IV. Donato era el Obispo de Cartago, quien decía que solo sacerdotes intachables podrían administrar los sacramentos y que los pecadores no podían ser parte de la iglesia.
[14] Es a partir de la fe que todo ha de explicarse; la fe, que no requiere justificación alguna exterior a ella misma, es el fundamento natural de la razón, débil por el pecado. Por eso, proclama el lema Credo ut intelligam: creo para entender, que dominará durante la primera parte de la posterior filosofía medieval.
[15] Otras fuentes: San Agustín. Confesiones. Sarpe, Madrid 1983. Enciclopedia Universal Ilustrada europeo americana. Espasa Calpe S.A. Madrid 1979.
[5] 1. f. Arte de bien decir, de embellecer la expresión de los conceptos, de dar al lenguaje escrito o hablado eficacia bastante para deleitar, persuadir o conmover. (Drae: Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, 1992)
[6] Muy probablemente las Enéadas.
[7] Neoplatonismo y cristianismo: allí se centra todo su pensamiento posterior, ocupado en la búsqueda de la conciliación de fe y razón.
Un día Agustín estaba en el jardín de su casa meditando con su amigo Alipio. De pronto oye una voz que le dice: Tolle, lege («toma, lee»)…la epístola a los romanos de Pablo…
[8] La convicción de haber recibido una señal divina lo decidió a retirarse con su madre, su hijo y sus discípulos a la casa de su amigo Verecundo, en Lombardía.
[9] Allí escribió sus primeras obras: Contra los académicos (los escépticos), La vida feliz (De beata vita), Soliloquios (Soliloquia).
[10] El 24-25 de abril, vigilia pascual.
[11] En esta ciudad funda su segundo monasterio en el Huerto que le ha sido dado por el Obispo. Prepara sus primeros sermones. (En la actualidad se conservan más de 500)
[12] Inició su producción literaria de mayor importancia, como defensor y expositor de la fe cristiana, al escribir primero contra los maniqueos: Sobre el libre arbitrio (388 y 391-395), La verdadera religión (390); contra los donatistas, cristianos puritanos que hacían depender la validez de los sacramentos de la intención del ministro: Contra Gaudencio, obispo de los donatistas; y contra los pelagianos, seguidores de Pelagio, para quien el hombre, al no tener pecado original, podía él solo, sin la gracia divina, realizar obras buenas: El espíritu y la letra (412), Sobre las hazañas de Pelagio (417). A esta época pertenecen también otras grandes obras y tratados: La trinidad (399-419), Confesiones (Confessiones 397), obra literariamente importante, y su gran obra apologética “La ciudad de Dios” (413-427). En Retractaciones (426-427), Agustín revisa algunas doctrinas anteriores.
[13] Dícese de quien profesaba las doctrinas de Donato, cismático de la iglesia en el siglo IV. Donato era el Obispo de Cartago, quien decía que solo sacerdotes intachables podrían administrar los sacramentos y que los pecadores no podían ser parte de la iglesia.
[14] Es a partir de la fe que todo ha de explicarse; la fe, que no requiere justificación alguna exterior a ella misma, es el fundamento natural de la razón, débil por el pecado. Por eso, proclama el lema Credo ut intelligam: creo para entender, que dominará durante la primera parte de la posterior filosofía medieval.
[15] Otras fuentes: San Agustín. Confesiones. Sarpe, Madrid 1983. Enciclopedia Universal Ilustrada europeo americana. Espasa Calpe S.A. Madrid 1979.
FILOSOFIA DE SAN AGUSTIN PARA DUMMIES
El punto de partida de la filosofía agustiniana es el hombre como autoconciencia, la certeza de sí mismo. Si yo me equivoco, es necesario que también yo exista o que exista en mí el criterio de lo verdadero. Dicho de otra forma, dentro de mí se encuentra la verdad, que es Dios mismo. Para Agustin de Hipona la filosofía se identifica con la religión, al ser la filosofía la búsqueda de la verdad.
AGUSTINISMO
El agustinismo es el «Conjunto de doctrinas filosóficas y teológicas que, sin constituir un todo sistemático, y pese a no pertenecer algunas de ellas plenamente a la ortodoxia de la Iglesia, constituyen en el transcurso de la historia, sobre todo en la Escolástica de la Edad Media, una corriente persistente de pensamiento que se inspira en Agustín de Hipona. Algunos de sus temas más característicos inciden naturalmente en cuestiones puramente religiosas, como son las disputas sobre la gracia y la predestinación, que toman cuerpo incluso en vida de Agustín. Otros implican una perspectiva filosófica neoplatónica que entró en colisión y disputa con el aristotelismo que se difundió entrado el s. XIII: en concreto, la teoría de la iluminación interior se opuso a la teoría de la abstracción, defendida sobre todo por Tomás de Aquino. La doctrina de las dos ciudades, expuesta en la Ciudad de Dios, dio origen no sólo al llamado agustinismo político, sino también a una filosofía de la historia y teoría del tiempo como proceso lineal, que pasa por Vico y llega hasta Hegel, en el que la historicidad se halla entretejida de temporalidad e idea. Quizá la característica más persistente del agustinismo sea la preeminencia de la fe respecto de la razón, que influye de algún modo en toda la Escolástica -es uno de los padres de la Iglesia más citados-, pero de un modo especial en Anselmo de Canterbury, quien se acoge a su máxima del Credo ut intelligam [creo para poder entender].
El agustinismo en general destacó como oposición a la recepción de Aristóteles en la filosofía escolástica, en la forma concreta que se llamó tomismo, en representación de una línea de pensamiento que otorga la primacía al bien, a la voluntad y al amor sobre la verdad, el entendimiento y la razón, y hasta al valor y sentido del individuo sobre la abstracción de la generalidad.Entre los representantes medievales de la corriente agustinista, en el apogeo de la Escolástica, destacan los franciscanos Alejandro de Hales, san Buenaventura, Juan Peckham, Guillermo de la Mare, Juan Olivi, Juan Duns Escoto, -el más relevante de esta corriente, junto con san Buenaventura- y Enrique de Gante, que no pertenecía a ninguna orden religiosa. Al ser condenadas ciertas tesis de Aristóteles y Tomás de Aquino, por el obispo de París, Esteban Tempier, y de Roberto Kilwardby, en Oxford, en 1277, el agustinismo venció momentáneamente frente al aristotelismo que, en aquel momento, era llamado «averroísmo latino». La denominada escuela agustiniana, fundada por Egidio Romano, conocido también como Gil de Roma, intentó acercar las posturas agustinianas y tomistas. El español fray Luis de León (s. XVI) se cuenta entre los pertenecientes a esta corriente de pensamiento».
Ediciones 2011-12-13
Ver también: artes liberales; Hegel
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