JUAN MARTIN, EL EMPECINADO
Juan Martín, llamado El Empecinado[1], fue el líder carismático de la guerrilla española contra el ejército napoleónico y posteriormente un obstinado opositor del régimen absolutista.
Estas guerrillas quebrantaron el accionar del ejército francés durante la guerra de independencia española.
Juan Martín, El Empecinado, nació en una familia de labradores de Castrillo de Duero, Valladolid, en el año de 1775. Teniendo 18 años se alistó como voluntario en la guerra del Rosellón (1793-1795) que careó a España contra la Francia revolucionaria; allí perdió España, no solo la guerra sino también Santo Domingo. Allí Juan Martín fue nombrado ordenanza del general Ricardos. Concluida la guerra, regresa a su tierra y teniendo 21 años se cas con Catalina de la Fuente, vecina de la Fuente (Burgos), donde se ganó el sustento en el campo hasta que el ejército napoleónico entró en España en 1808. Por razones desconocidas con exactitud, recluta a amigos y familiares para acosar a los franceses invasores en la ruta entre Madrid y Burgos. Esta guerrilla interceptaba correos y convoyes y apresaba soldados.
Luego se une al ejército español para combatir en campo abierto en Medina de Risoseco y Cabezón de Pisuerga pero fueron derrotados y así Juan Martín decide seguir su lucha guerrillera por parecerle más efectiva. Así fue. A finales de 1808, obtuvo sendos golpes de mano en Aranda de Duero, Sepúlveda y Pedraza. Su fama había crecido tanto después de esto que el general de La Cuesta lo hizo apresar por haber retenido en su casa a una dama francesa en lugar de entregársela a él Juan Martín escapa y reune en su guerrilla a más de 5.000 efectivos.
En 1809, habida cuenta de sus logros es nombrado capitán de caballería y un año más tarde es ascendido a Brigadier. Su guerrilla causó tales destrozos entre los franceses que Napoleón quiso presionarlo para que trabajara para José Bonparte, secuestrando a su madre, pero Juan Martín, El Empecinado, amenazó con fusilar a cien soldados franceses que estaban en su poder y ella fue liberada.
Entre 1811 y 1813, Juan Martín, El Empecinado libraron sus enfrentamientos entre Madrid, Cuenca y Guadalajara. En Alcalá de Henares, año de 1813, vence al ejército francés que le doblaba en número. Fernando VII autorizó un monumento en su honor en dicha plaza pero luego lo hizo derribar por considerarle un temerario liberal. Resulta que concluida la guerra Fernando VII buscando ganarse su confianza le nombró mariscal y le ofreció por medio de un emisario un millón de reales y el título de Conde si Juan Martín abandonaba el liberalismo, a lo que El empecinado contestó: “Diga usted al rey que si no quería la Constitución (de 1812), que no la hubiera jurado; que El Empecinado la juró y jamás cometerá la infamia de faltar a sus juramentos.”Por esta respuesta fue desterrado en Valladolid.
«No es extraño que cuando Riego se pronunció en 1820 contra Fernando VII, Juan Martín volviera a las armas, esta vez contra las tropas realistas. Con la victoria liberal, fue gobernador militar de Zamora y Capitán General, pero la vuelta al absolutismo en 1823 le convirtió en proscrito. Desterrado en Portugal, pidió permiso para volver a España con garantías y le engañaron vilmente: fue detenido mientras dormía en Olmos de Peñafiel, encarcelado durante dos años en Nava de Roa y ahorcado el 19 de agosto de 1825.[2]
Ver también: Manuel Godoy
[1] Empecinados era el sobrenombre de los habitantes de Castrillo de Duero. La palabra deriva de pecina, que es el lodo o cieno negruzco formado en los charcos o cauces donde existen materias orgánicas en descomposición y que muy seguramente eran profusos en el arroyo Botija, que atravesaba la localidad. O sea que Empecinado era el gentilicio de los nacidos en tal localidad vallisoletana.
Cuando sus actos hostiles al régimen francés se hicieron notorios, el guerrillero se hizo famoso en toda Castilla y su mote en sinónimo de luchador obstinado. Fue tal su aureola que en 1814 se le provee mediante Real Orden, la prerrogativa de usarlo y firmar con él los documentos oficiales, así como heredarlo a sus hijos.
Fue a partir de ahí que el verbo empecinarse empezó a significar empeñarse en algo por encima de lo razonable.
[2] Alonso Abraham & Otero Luis, once actores principales, en Muy Historia número 14/2007 G y J España Ediciones, S. L., S. En C., Madrid.
Estas guerrillas quebrantaron el accionar del ejército francés durante la guerra de independencia española.
Juan Martín, El Empecinado, nació en una familia de labradores de Castrillo de Duero, Valladolid, en el año de 1775. Teniendo 18 años se alistó como voluntario en la guerra del Rosellón (1793-1795) que careó a España contra la Francia revolucionaria; allí perdió España, no solo la guerra sino también Santo Domingo. Allí Juan Martín fue nombrado ordenanza del general Ricardos. Concluida la guerra, regresa a su tierra y teniendo 21 años se cas con Catalina de la Fuente, vecina de la Fuente (Burgos), donde se ganó el sustento en el campo hasta que el ejército napoleónico entró en España en 1808. Por razones desconocidas con exactitud, recluta a amigos y familiares para acosar a los franceses invasores en la ruta entre Madrid y Burgos. Esta guerrilla interceptaba correos y convoyes y apresaba soldados.
Luego se une al ejército español para combatir en campo abierto en Medina de Risoseco y Cabezón de Pisuerga pero fueron derrotados y así Juan Martín decide seguir su lucha guerrillera por parecerle más efectiva. Así fue. A finales de 1808, obtuvo sendos golpes de mano en Aranda de Duero, Sepúlveda y Pedraza. Su fama había crecido tanto después de esto que el general de La Cuesta lo hizo apresar por haber retenido en su casa a una dama francesa en lugar de entregársela a él Juan Martín escapa y reune en su guerrilla a más de 5.000 efectivos.
En 1809, habida cuenta de sus logros es nombrado capitán de caballería y un año más tarde es ascendido a Brigadier. Su guerrilla causó tales destrozos entre los franceses que Napoleón quiso presionarlo para que trabajara para José Bonparte, secuestrando a su madre, pero Juan Martín, El Empecinado, amenazó con fusilar a cien soldados franceses que estaban en su poder y ella fue liberada.
Entre 1811 y 1813, Juan Martín, El Empecinado libraron sus enfrentamientos entre Madrid, Cuenca y Guadalajara. En Alcalá de Henares, año de 1813, vence al ejército francés que le doblaba en número. Fernando VII autorizó un monumento en su honor en dicha plaza pero luego lo hizo derribar por considerarle un temerario liberal. Resulta que concluida la guerra Fernando VII buscando ganarse su confianza le nombró mariscal y le ofreció por medio de un emisario un millón de reales y el título de Conde si Juan Martín abandonaba el liberalismo, a lo que El empecinado contestó: “Diga usted al rey que si no quería la Constitución (de 1812), que no la hubiera jurado; que El Empecinado la juró y jamás cometerá la infamia de faltar a sus juramentos.”Por esta respuesta fue desterrado en Valladolid.
«No es extraño que cuando Riego se pronunció en 1820 contra Fernando VII, Juan Martín volviera a las armas, esta vez contra las tropas realistas. Con la victoria liberal, fue gobernador militar de Zamora y Capitán General, pero la vuelta al absolutismo en 1823 le convirtió en proscrito. Desterrado en Portugal, pidió permiso para volver a España con garantías y le engañaron vilmente: fue detenido mientras dormía en Olmos de Peñafiel, encarcelado durante dos años en Nava de Roa y ahorcado el 19 de agosto de 1825.[2]
Ver también: Manuel Godoy
[1] Empecinados era el sobrenombre de los habitantes de Castrillo de Duero. La palabra deriva de pecina, que es el lodo o cieno negruzco formado en los charcos o cauces donde existen materias orgánicas en descomposición y que muy seguramente eran profusos en el arroyo Botija, que atravesaba la localidad. O sea que Empecinado era el gentilicio de los nacidos en tal localidad vallisoletana.
Cuando sus actos hostiles al régimen francés se hicieron notorios, el guerrillero se hizo famoso en toda Castilla y su mote en sinónimo de luchador obstinado. Fue tal su aureola que en 1814 se le provee mediante Real Orden, la prerrogativa de usarlo y firmar con él los documentos oficiales, así como heredarlo a sus hijos.
Fue a partir de ahí que el verbo empecinarse empezó a significar empeñarse en algo por encima de lo razonable.
[2] Alonso Abraham & Otero Luis, once actores principales, en Muy Historia número 14/2007 G y J España Ediciones, S. L., S. En C., Madrid.
es impresionante cuanta historia encierra una simple palabra, excelente nota, saludoss!!
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