Los indios

La humanidad, muy probablemente, tuvo su origen en África. Los más antiguos rastros de «homínidos» (seres que se asemejan al hombre en sus características más que cualquier otra forma de vida) han sido hallados en África. Los más cercanos parientes del hombre en el reino animal, el chimpancé y el gorila, sólo se encuentran aún en África, excepto casos individuales que han sido llevados a otras partes por mediación humana.
Durante el par de millones de años de existencia de los homínidos, éstos se expandieron por ámbitos cada vez mayores, pero siempre estuvieron limitados a regiones que podían alcanzar sin atravesar una gran masa de agua. Todos los fósiles de los primeros homínidos, que son distintivamente más primitivos que el hombre moderno, sólo se han encontrado en África, Europa y Asia, las tres masas terrestres contiguas que constituyen lo que a veces recibe el nombre de la Isla del Mundo. También pueden hallarse vestigios en las islas situadas frente a las costas de esos continentes.
Todavía hace veinticinco mil años, cuando todos los homínidos primitivos habían desaparecido y sólo existía una especie, el Homo sapiens, u hombre moderno, la humanidad aún se hallaba confinada a la Isla del Mundo. Los continentes americanos, aislados, más allá del Atlántico, de una parte de la Isla del Mundo y, más allá del Pacífico, de la otra parte, aún estaban vacíos de hombres. Ningún vestigio de homínidos más primitivos que el hombre se ha encontrado nunca en ninguna parte de las Américas.
Pero hay un lugar en el que los continentes americanos se acercan a la Isla del Mundo, y ese lugar es la región del extremo septentrional del Pacífico. Allí la punta noroccidental de América del Norte y la punta nororiental de Asia se acercan y están a corta distancia una de otra. Los dos continentes están separados hoy por un estrecho que no tiene más de 90 kilómetros de ancho; también hay, a mitad de camino, un par de islas pequeñas.
Ha habido tiempos en que el estrecho era aun menor. A lo largo de toda la historia de los homínidos ha habido una sucesión de períodos glaciales durante los cuales las regiones polares de la Tierra estuvieron cubiertas por vastos casquetes de hielo que se extendían sobre miles de kilómetros desde los polos en todas las direcciones. Durante esos períodos, era tanta la cantidad de agua del planeta acumulada en grandes masas de hielo que cubrían las superficies terrestres que el nivel del océano descendió considerablemente.
A medida que el nivel del océano descendió, el estrecho entre Asia y América del Norte se hizo menor y, finalmente, desapareció, dejando un puente de tierra entre los continentes.
El último período de glaciación se extendió desde unos treinta mil años hasta hace unos diez mil años. En su punto culminante, el nivel del océano descendió hasta dejar un puente terrestre de 2.100 kilómetros entre Asia y Norteamérica. Cuando los glaciares empezaron a retirarse, el nivel del océano empezó a elevarse; pero los continentes no se separaron completamente, quizá, hasta alrededor del 7000 a. C.
Durante la última glaciación, el Homo sapiens fue el homínido dominante, probablemente el único que quedaba, y ciertamente superaba en número a todos los homínidos que existieron en cualquier glaciación anterior. Por primera vez, quizá, los homínidos penetraron en los tramos nororientales de Asia.
Las glaciaciones fueron más extensas en el lado atlántico del Polo Norte que en el lado del Pacífico. La Siberia nororiental y Alaska estuvieron relativamente libres de hielos. El clima no era en modo alguno agradable, pero pequeñas bandas de hombres podían mantenerse como cazadores de mamuts y otros grandes animales de la época.
Luego, tal vez alrededor del 25000 a.C., algún grupo cazador que seguía las pistas de los mamuts se abrió camino por el estrecho. En realidad, es difícil saber el momento exacto en que esto ocurrió o conocer los detalles del suceso, a causa de los pocos vestigios que dejaron los primeros inmigrantes. Casi no hay restos de esqueletos: hasta ahora, sólo se han hallado en los continentes americanos unos veinte cráneos antiguos. La mayor parte de los datos concernientes a la población primitiva son antiguas cabezas de flecha de piedra y otras reliquias de este género. Y quizá los más antiguos y mejores elementos de juicio se hallan ahora bajo el agua, enterrados cuando el nivel del océano se elevó al fundirse los glaciares.
Otros grupos de caza siguieron al primero. Los que entraron en Alaska se dirigieron al Sur y al Sudeste, siempre en busca de más y mejor caza. Grupos adicionales siguieron sus huellas, mientras permaneció abierto el puente terrestre entre los continentes. Durante miles de años, los cazadores se expandieron y, hacia el 8000 a.C., cuando los glaciares iniciaron su última retirada, el hombre se había abierto camino por todos los rincones apropiados de los continentes americanos, desde el Polo Norte hasta el Polo Sur.
Esos primeros habitantes de las Américas presentan ciertas semejanzas con los habitantes de Asia Oriental, a juzgar por sus actuales descendientes de ambos continentes. Pero la semejanza no es completa. Los americanos originales (a quienes llamamos «indios» por razones que explicaremos más adelante) no tienen la forma de párpados o el rostro más bien plano de los asiáticos orientales. Los indios tienen narices prominentes y su piel parece, en general, más rojiza que la de los asiáticos orientales, más bien cetrinos.
Por la época en que los indios se expandieron por las Américas, la agricultura estaba empezando en el sudoeste de Asia y se daban los primeros pasos hacia lo que llamamos «civilización». Los habitantes de las Américas, hasta donde llega nuestro conocimiento, estaban aislados de esos procesos. No tuvieron ocasión de comerciar con regiones civilizadas y de aprender de ellas, como los primeros habitantes de Europa occidental, por ejemplo.
Sin embargo, esto no significa que los indios permanecieran sumergidos en las tinieblas. Descubrieron la agricultura de forma independiente. Alrededor del 5000 a.C., los comienzos de la agricultura aparecieron en la tierra que hoy llamamos México; hacia el 3000 a.C., los indios mexicanos habían desarrollado una cultura agrícola completa. Alrededor del 2000 a.C., hicieron su mayor y más importante avance cuando aprendieron a cultivar maíz, que fue luego su alimento vegetal básico. Hacia el 1000 a.C., cultivaban judías.
A medida que la agricultura se desarrolló y la provisión de alimentos se hizo más segura, fue posible apartar energías humanas de la tarea de asegurarse lo esencial para la vida y dedicarlas a esas actividades adicionales que constituyen la civilización. Hacia el 1500 a.C., había templos y ciudades en México.
Y las civilizaciones indias no fueron insignificantes. Cuando en 1519 d.C. los europeos llegaron a México, hallaron que su capital, Tenochtitlan (donde está la actual Ciudad de México), era más grande de lo que eran París o Roma en aquel entonces. Encontraron que los indios mexicanos tenían un calendario mejor que el de los europeos, y también un sistema sanitario público mejor. (Los indios pensaban que los europeos olían mal, y dejaron bien en claro que pensaban así, lo cual, naturalmente, ofendió a los europeos).
La agricultura se expandió desde México y, hacia el 1000 a.C., estaba empezando a penetrar en las regiones que hoy forman parte de los Estados Unidos. Los indios del Valle del Mississippi, desde los Grandes Lagos hasta el Golfo de México, crearon aldeas y se acercaron a lo que podríamos llamar civilización. Los más claros rastros que tenemos de ese período primitivo son sus túmulos funerarios. Estos formaban círculos, elipses, cuadrados, octógonos, etcétera, y a veces tenían 25 metros de alto y cubrían 25 y hasta 50 acres. En ocasiones, los túmulos tenían formas complejas, que representaban claramente a un animal o un ave.
Lamentablemente, hubo un retroceso cultural en tiempos posteriores, quizás a causa de las incesantes guerras tribales que padecían los indios, y cuando los europeos aparecieron en la región, la cultura de los túmulos había desaparecido. En el siglo XIX se pensó que los túmulos correspondían a una cultura de «Constructores de Túmulos» que no estaba relacionada con los indios. Esto dio origen a muchas especulaciones extravagantes sobre inmigraciones pre-indias a América desde Europa, pero todas ellas han sido abandonadas. Parece ahora totalmente seguro que los Constructores de Túmulos eran indios.
Otro tipo de cultura semejante a una civilización apareció en el actual sudoeste norteamericano. Los indios de esa región construyeron complejos edificios con ladrillos secados al sol. Uno de tales «pueblos», en lo que es ahora Nuevo México, tenía un edificio de cuatro pisos, con 800 habitaciones, y alojaba a 1.200 personas. Fue construido alrededor del año 1000 d.C. y abandonado antes del 1300 d.C., probablemente porque la creciente sequía de la región hacía imposible sustentar a tal concentración de personas.
No obstante, pese a sus elevados niveles de civilización o cercanos a la civilización, los indios no podrían hacer frente a los europeos, quienes tenían mayor unidad cohesiva, un arte de la guerra más desarrollado y, sobre todo, tenían armas de fuego.Es difícil saber cuántos indios había en las Américas por el tiempo en que llegaron los europeos. Algunas estimaciones hacen elevar el total a 25 millones. De éstos, quizás un millón habitaba al norte del río Grande.[1]
Ver tambien: Origen del hombre
[1] Asimov Isaac. La formación de América del Norte. Alianza Editorial, S.A. Madrid, 1983.

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